La importancia del apoyo psicológico tras las pandemia del COVID-19

Mucho se ha hablado en estos meses de todas las medidas que hemos tenido que tomar y que tendremos que mantener tras la pandemia del Coronavirus para evitar caer otra vez en la sobrecarga de medios técnicos y humanos sanitarios.

Las residencias de ancianos han sido una de las instituciones más perjudicadas por este virus, ya que afecta de forma grave a la población mayor. 

Ya estamos retomando una relativa “normalidad” en la que las visitas en las residencias se vuelven a permitir y en la que vuelven a plantearse actividades al aire libre (siempre respetando las medidas de seguridad). Pero, aunque muchos queramos y podamos hacer como si nada hubiese pasado, es imprescindible hacer hincapié en las consecuencias psicológicas que ha traído el COVID-19.

Y es que, la situación por la que hemos pasado, no solamente nos ha traído secuelas económicas o físicas (los que hayan padecido y superado el virus). Tenemos que tener en cuenta también las secuelas psicológicas que, si no se detectan a tiempo, pueden generar males peores. ¿Cuáles han sido estas?

Aislamiento y soledad

La primera de ellas no la hemos vivido solamente en las residencias; casi el total de la población de nuestro país se ha visto de un día para otro encerrada en sus domicilios sin poder mantener ningún tipo de contacto físico con otras personas.

En el caso de nuestros anciano, ya cuando ingresan dentro de una residencia pueden padecer cierta tristeza y desarraigo. Pero, durante los meses en los que hemos permanecido en cuarentena, las visitas no existían y muchos de ellos dado sus elevados índices de riesgo se han visto confinados a sus habitaciones con la única visita de sus doctores y enfermeras.

Sin contar que, a ciertas edades y si tenemos algún tipo de enfermedad que afecte a nuestra memoria, no entendemos las causas por las que nuestros familiares dejan de visitarnos.

Aunque esta situación ya haya remitido y se permitan las visitas, estos sentimientos pueden haber arraigado en nuestro anciano, provocando, si no se tratan, incluso depresiones o apatía.

Miedo

Aunque estén dentro de una residencia, los ancianos son conscientes de que son la población con más riesgo a padecer las consecuencias nefastas de este virus (sobre todo aquellos que tengan un sistema inmune debilitado o insuficiencias respiratorias).

Aunque las medidas se hayan relajado, no olvidan que si se da el caso y se infectan, pueden padecer síntomas graves. Es necesario compartir este tipo de preocupaciones y miedos no solamente con los familiares o con los otros residentes sino con un profesional que sabrá enfocarlos de una manera correcta.

Si los pasamos por alto y los dejamos estar, hasta podrían producir agorafobia o conductas compulsivas.

Duelo

Desgraciadamente los ancianos son los que se enfrentan a más despedidas al final de sus vidas. Sin embargo, la llega del COVID-19 ha acelerado este proceso natural.

Muchos de ellos han visto como sus compañeros de residencia se iban para no volver.

Un duelo por una muerte inesperada (o por una gran cantidad de ellas) tiene que ser seguido por un profesional. Los duelos que no se gestionan de forma correcta pueden llegara ocasionar daños graves: desde depresiones, conductas peligrosas, falta de apetito, insomnio, apatía…

Por todo ello deberemos hacer un seguimiento a nuestros mayores para detectar eventuales consecuencias psicológicas que les haya podido causar esta situación de emergencia. Así, al menor síntoma, podemos implantar un tratamiento con profesionales.

También será importante brindar asistencia psicológica a los familiares ya que, si nuestro anciano termina padeciendo algún trastorno psicológico o emocional derivado de la cuarentena, las personas más cercanas a él tendrán que seguir pautas de comportamiento para ayudar a su pronta recuperación.